lunes, noviembre 13, 2006

la relatividad del tiempo


el tiempo vuela cuando te diviertes. alguna vez en una conferencia en mi universidad alguien llamó a esto “estado de flujo”, ahora no puedo recordar a qué se refería exactamente, pero se convirtió en gag cotidiano para referirnos al momento en que mis amigas y yo teníamos la suerte de ver al chico que nos gustaba.

el tiempo parece estancarse cuando no te estás divirtiendo, y correr hacia atrás en cámara lenta cuando estás sufriendo. desconozco cómo se les puede llamar a estos estados, pero sin duda en el último también hay un flujo importante de lágrimas (y mocos) que parecen no agotarse por más que uno intente controlarlo.

cuatro meses juntos y parece que fueron cuatro días. los buenos recuerdos se agolpan intensamente y más que consolar y reconfortar, duelen. el tiempo voló, los dos volamos, pero a diferente velocidad. los dos nos estrellamos contra diferentes montañas. él con el futuro, yo con el pasado. a mí me dolió más porque el futuro no existe y el pasado es una lápida de hormigón impenetrable. cuatro meses que fluyeron como agua, que como agua se escurren entre los dedos y se van para no volver. sólo queda la sensación de humedad mientras que el agua se evapora, y cuando se evapora, la resequedad y la piel agrietada, las heridas latentes y la necesidad de humectarse las manos a punta de lágrimas. cuatro meses que como el agua fluyeron y trajeron vida, pero también destrucción y muerte.

dos semanas han pasado desde que me dijo adiós. el dolor sostenido por dos semanas parece haber estado allí desde siempre. no recuerdo si en algún momento fui feliz, todo lo que hay en mi pasado es dolor. estancada en un pantano de lágrimas y mierda no siento hambre, ni frío, ni dolor. sólo la necesidad de que el tiempo pase y por fin me hunda, o algún boy scout note mi apuro y con sus calcetines me ayude a sacar mi cuerpo de entre la porquería.

cansada ya de esperar en esta eternidad del dolor, decidí ayudarme un poco a hundir y comencé a tragar mierda. no me hundí ni salí, pero terminé en paralelo con el techo de una sala de urgencias, viviendo el asombroso fenómeno de sentir correr el tiempo hacia atrás. no sé qué fue más doloroso, si el empantanamiento o la sonda nasogástrica. si sentir que nunca saldría o ver salir sangre de mis venas. la noche fue un infierno sin poder dormir, sin poder respirar, sin querer sentir. ninguna de las imágenes que se formaron en los cuatro meses puede pagar por ese único día.

el tiempo vuela cuando te diviertes, se estanca cuando la pasas mal y corre hacia atrás y en cámara lenta cuando sufres. pero, ¿qué pasa cuándo ya no quieres sentir? ¿hacia dónde corre? ¿cómo corre? ¿corre? porque vivir sin sentir es estar muerto en vida, respirando y defecando pero sin saber si se vive en el presente, pasado o futuro. es un limbo sin algún rasgo de humanidad, un estado de suspensión que, contrario a lo que dicen los eruditos de la ciencia ficción, duele.

No hay comentarios.: