...todavía ayer creía que me detestabas y eso me hacía desdichada. ¡qué idiota! pero ¿cómo hubiera podido imaginar la verdad? él, gibarian, no odiaba a esa mujer que lo acompañaba, pero habla de ella de una forma tan espantosa. entonces, sólo entonces supe que nada dependía de mí, que podía hacer esto o aquello, poco importaba, siempre sería para tí una tortura. peor aún, pues los instrumentos de tortura son pasivos e inocentes, tan inocentes como el guijarro que cae y nos mata. que un instrumento de tortura te ame y desee tu bien, eso estaba más allá de mi entendimiento...
- harey
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